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Paro animal

  • Foto del escritor: Miranda B.
    Miranda B.
  • 11 jul 2021
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 11 jul 2021



“ARTÍCULO 1º—Colombia es un Estado social de derecho organizado en forma de República unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés general.”


Se llamaba Erroll y vivía en Uganda, su muerte fue el detonante de una guerra civil. La comunidad de Ngogo conformada por 200 miembros, desde 2015 enfrentaba una coyuntura entre las facciones del occidente y del oriente. Un día de enero del 2018, Erroll se disponía a cumplir con sus responsabilidades. Era de un rango bajo en su clan, un miembro poco destacable, o por lo menos, eso se creía hasta que las acciones premeditadas de tres machos del grupo occidental dieron fin a su vida por medio de el uso de la fuerza desmedida (1). Fueron chimpancés los personajes de esta historia, no seres humanos. Este atentado de “tres contra uno” marcó el detonante del estallido social en la comunidad de chimpancés estudiada por el grupo del primatólogo Aaron Sandel.


Se llamaba Santiago Murillo, Daniel Sanchez, María Jovita, Lucas Villa y tiene otros 54 nombres más (2). Su muerte ha acrecentado el estallido social en Colombia en los 70 días de protesta que se ajustan para la fecha en la que hago esta entrada. El Paro Nacional de este año suma las voces de inconformes y un palpante deseo de justicia. La serie de escenas presenciadas en las jornadas de protesta junto con las órdenes y actitudes características de este periodo gubernamental han sacado a flote algo más allá qué nuevas arengas y es la innegable historia evolutiva de algunos comportamientos que el ser humano comparte con más animales.


Haciendo una revisión familiar, nuestros primos, los chimpancés (pan troglodytes) en sus “guerras civiles” se mapean estrategias primitivas usadas por los humanos en las históricas batallas campales. Los más significativos enfrentamientos reportados entre comunidades de primates no humanos datan desde 1970, con las expediciones de Jane Godall, hasta la más reciente la de 2018 bajo la observación de Aaron Sandel. Durante estos sucesos se registraron comportamientos como la coalición para atentar contra otro individuo (3) , asesinatos (4), infanticidios (5), la generación de patrullas para la vigilancia del territorio (6) entre otros. De las guerras reportadas, se concluye, que se dieron por el acaparamiento de recursos, ocupación de territorio y que el comportamiento violento en chimpancés es una estrategia adaptativa independientemente de la influencia de humanos en su hábitat (7) .


Por otro lado, nuestros otros primos cercanos, los bonobos, suelen ser más pacíficos en la resolución de sus confrontaciones (8). El famoso eslogan hippie de los 60, “haz el amor y no la guerra”, pareciera estar inspirado en las sociedades de estos animales. Entre ellos, la cópula, además de ser practicado por su función biológica, también es una conducta muy común tras presentarse un conflicto. El sexo de reconciliación parece ser una efectiva aternativa para la disminución del estrés que se presenta luego de una confrontación (9). Consolar es la acción de un individuo al acercarse a otro y ofrecer un bienestar emocional cuando este lo requiere. En los bonobos, se evidencian con mayor frecuencia actos de consolación luego de un pleito, en los que un individuo tiene la capacidad de empatizar con otro y ofrecer un acto que lo reconfortante, esto se presenta desde que son muy jóvenes (9).


La manera en la cual los animales responden al conflicto, dice mucho frente a los mecanismos psico-sociales que han evolucionado para la convivencia entre los individuos de la misma especie. A veces como los bonobos, con las ollas comunitarias en el Portal de la Resistencia; a veces como los chimpancés, entre el ESMAD y la Primera Línea, los seres humanos han construido sus sociedades. Es innegable la presencia de la violencia de sus guerras pero también el silencioso abrazo en sus reconciliaciones.


A partir de su historia, la humanidad se ha tenido que cimentar en sus leyes para dejar por escrito las normas mínimas de comportamiento y convivencia. En una red social tan compleja como la que se presenta en los seres humanos, el sentido común parece ser ambiguo cuando la cultura y las ideas influyen en la parcialidad de lo que debería ser justo. En Colombia, esta semana se cumplieron 30 años desde que se firmó la constitución del 91. La séptima papeleta apareció como una ingeniosa propuesta liderada por estudiantes en medio de un país azotado por la violencia. El alcance de tal manifestación, de hace 30 años, tuvo el poder de cambiar la ley. Ojalá que con las manifestaciones presentes no quede mucho trecho entre el dicho y el hecho.


Nota:

Todos los artículos redactados en el presente blog, tienen el único fin de informar haciendo uso de las bases teóricas e investigaciones hechas en el área científica. La información dispuesta aquí, nunca debe ser tomada como un diagnóstico oficial. Si llega a presentar dudas e inquietudes sobre su salud mental consulte a su profesional de confianza.


Redacción:

Miranda B.

Julio 10 2021

Bogotá-Colombia

 
 
 

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