"Volver a verte a la cara" -Churupaca"
- Miranda Bejarano Salazar
- 25 ago 2019
- 2 Min. de lectura
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A ella se la conoce por ser fría, complicada, desordenada y hostil. De pequeña le hicieron creer que era la más importante creciendo en medio de caprichos y sobreprotección. Luego, con el tiempo, fue colonizando cada vez más espacios y de repente estaba siendo habitada por muchas historias que llegaban de todas partes, por lo que le tocó crecer demasiado rápido, madurar, o aparentarlo, a como diera lugar. Lo que produjo que cada vez fuera más ajena a aquellos que la conocían desde pequeña, cada vez menos agradable y menos acogedora. Sin embargo, aún conservaba rincones felices y de vida, algunos intocables por el tiempo y otros traídos con los cambios de su crecimiento.
En ella prevalecía las noches de dudas e inseguridades y tenía graves problemas de autoestima. Si en algún tiempo se había llegado a caer bien, hoy en día nada más quedaba el recuerdo. Ahora era tan común la cara de seriedad, la sensación de no pertenecer a nadie y aun así cumplir las expectativas de todos.
A pesar de todo, eso no fue excusa para dejar de salir con chicos. Si bien algo era cierto y es que a ella le encantaba estar enamorada. Tuvo malos novios ¿¡y cómo no!? Si con el poco cariño que se tenía, esperaba ser salvada por el primer patán que le hiciera bonitas promesas. Aunque cambiara cada vez los estilos de sus novios, pasando por hippies progresistas, intelectuales, adinerados, posesivos, conservadores… todos terminaban siendo igual de ladrones. Excepto por uno, al menos se enamoró de alguien que valiera la pena, pero tristemente hoy en día la memoria de él se ve cada vez más nublada y ya no hay vuelta de hoja, él ya no es el mismo.
A pesar de la fugacidad de sus amantes, no todo puede ser malo. Ella aún guarda cierta magia y colores, destaca en varias cosas y así mismo es reconocida. Algunos días es realmente radiante y a veces, sin esforzarse mucho por verse “arreglada”, le lanzan miradas interesantes e interesadas. Le motiva mucho el arte, la ciencia, se adorna de aquellas cosas simples que solo la mirada de un curioso puede notar, le gusta tejer relatos y soltar carcajadas. Ella ahí va, aprendiendo a quererse y a crecer dejando de lado pataletas, malos amores y la hostilidad con la que se enmascara. Al final, aquella niña llamada Bogotá aprenderá a relucir su propia belleza que desde hace tiempo notamos los que aún suspiramos al verla pasar.
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