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La Casa 7

  • Foto del escritor: Miranda Bejarano Salazar
    Miranda Bejarano Salazar
  • 30 jul 2020
  • 2 Min. de lectura

Pasado: La vecina Ambas eran muy pequeñas cuando se conocieron. Melissa solo podría decir que vivía en la casa de al lado y que la nieta de sus vecinos era de su misma edad. Posiblemente los adultos las presentaron en alguna tarde soleada para que jugaran juntas. Melissa iba cada día a preguntar si podía salir a jugar aún sabiendo la respuesta de la abuela “No, hasta que se termine la sopa” y tras una sonrisa cerraba suavemente la puerta. Una tarde, luego de la sopa, ella se asomó y encontró a Melissa sosteniendo dos muñecas, eran parecidas pero con cabello de distinto color, “una es para tí -le dijo- la mona es la mía”. Los papás de Melissa las habían comprado para ellas pensando en las interminables tardes jugando a las hermanas mientras que sus juguetes de la cocinita se mezclaban y se perdían. Así se fueron aquellos días soleados que no conocían ni fecha ni hora.

Presente: La Tía.

La tía Gladys está cansada. Es la menor de cuatro hermanos y es la única que vive con sus papás. Cada día se levanta temprano porque al abuelo le gusta el café caliente en las mañanas, así ya no se lo tome todo. Va a trabajar a su consultorio y regresa a casa a relevar a “La niña” que le colabora durante el día. Las noches son largas, pero no tanto como aquella angustiosa noche en la que la abuela, quien ya no duerme bien, la tuvo desvelada haciéndole preguntas sobre porqué los nietos no podían visitarla, “¡Eso no me pasa nada! haber vivido tantos años y tantas gripes -recrimina- para mí que son puros inventos suyos”. La tía con paciencia le repite la información que dan los noticieros, mientras en su cabeza ruega para que la deje dormir. Hasta que porfin la abuela resignada regresa a la cama. En unas pocas horas sonará el despertador y ella duda de que vaya a tener un buen día, está cansada.

Futuro: El hermano.

Será un gran ingeniero. Como a su hermana, el primer número que aprendió a marcar fue el de la casa 7, 4151717. El recogerá a sus hijos en el colegio, los llevará por un helado y juntos harán la cena para esperar a la esposa, que es médico y le tocó quedarse hasta más tarde. Usando su piyama verá la gran ciudad desde su habitación mientras los niños juegan en la sala. ¿Se acordará del número que marcaba para avisar a la casa 7 que habíamos llegado bien, luego de visitarlos? Lo intentará a ver si corre con la suerte de ser correspondido en su llamada. Al otro lado, la tía Gladys con la voz temblorosa y con un poco más de arrugas en su cara contestará gratamente al escuchar la voz de él. Hablarán horas porque desde hace meses que no va a visitarla. Ella le contará que ya ha descansado pues hay quien le ayuda en casa, a ella le duelen los huesos, ella va a la plaza de mercado y luego a la peluquería. Acuerdan verse el fin de semana e ir a la casa 7 para que los niños jueguen tardes interminables con los hijos de la vecina.

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