El Chileno
- Miranda Bejarano Salazar
- 22 oct 2020
- 1 Min. de lectura
Es domingo en la tarde, en esa hora en la que el tiempo parece estancarse. Joaquín con su tapabocas raído y con un costal a su espalda, deambulaba bajo el sol de la capital. Había salido del inquilinato con apenas mil pesos, lo que había recogido el día anterior apenas le cubría la noche en la pensión del barrio Santa fe en donde le conocían como El Chileno. En su época juvenil, Joaquín tuvo que salir de su país natal. Estaba amenazado por ser un líder político de la oposición. Con mochila en la espalda y pulgar estirado en las carreteras del cono sur, Joaquín conoció a Noelia de quien se enamoró perdidamente. Tras tres países recorridos juntos, ella enfermó de neumonía, producto de las largas noches vendiendo artesanías en el frío de La Paz. Joaquín, que aún conserva la fortuna heredada por su familia, decidió seguir su viaje. Ahora, además de su costal, carga con un mal de amores de la Noelia que dejó hace 5 años. Cubre bien su nariz y pide dinero a los autos que se encuentran parqueados en el barrio Quinta Camacho. Reúne lo suficiente para lo de un pollo: 20 millones, cuatro idiomas y no le alcanza para un amor.
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