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Recalculando ruta: Camino al turismo responsable

  • Foto del escritor: Miranda Bejarano Salazar
    Miranda Bejarano Salazar
  • 20 dic 2020
  • 3 Min. de lectura

Visita la publicación original en Columnas La ChontaDuro aquí


Gracias a las expediciones de Darwin, Mutis y Humboldt, carreras como la que estudié, biología, han visto la necesidad de hacer las salidas de campo como parte complementaria y fundamental para la formación de los estudiantes, además de la integración y trabajo en equipo (guiño guiño). “Estamos estudiando, no de paseo” recuerdo que fue la frase que tanto se repitió en el paseo viaje de primer semestre, pero que cobró mucho sentido ante el asombro que sentí en el primer avistamiento de monos ardilla (Saimiri cassiquiarensis) del piedemonte llanero. En efecto no era un paseo, esta vez la naturaleza era la maestra en su aula verde esmeralda.


Las expediciones, campamentos y travesías por la selva han dejado de ser exclusivas para biólogos, antropólogos, geocientíficos y demás. El creciente interés por estas actividades investigativas se ha tomado como pretexto para impulsar la industria del ecoturismo y en especial del turismo científico. Son innumerables los aprendizajes que tuve en aquellas salidas de campo, tanto como la charla que tuve esta semana con Sebastián Dueñas, profesional en turismo con experiencia de más de diez años en el área y quien me otorgó un poco de su tiempo y saberes sobre esta industria.

Aunque el nombre casi que lo dice todo, el trasfondo del ecoturismo abarca más aspectos de los que Sebastián nos cuenta: “El término se refiere a las prácticas turísticas responsables. Y con responsabilidad nos referimos a respetar el lugar, no solo a no botar basura, sino a considerar las comunidades, la cultura y su sostenibilidad. Que si a mí me dicen “este es el único sendero”, no me vaya por otro y dañe el ecosistema. Así como estaba cuando llegué así mismo debe quedar cuando me vaya”. Siendo así, este tipo de turismo no solo considera a la naturaleza, sino que también a la comunidad hospedera.


A partir del ecoturismo, se deriva el turismo científico. Dueñas nos explica que esta modalidad de viaje, a pesar de ser un término nuevo, enmarca una actividad que se practica desde hace años, “Con el Grand Tour, desde 1670, se empieza a hablar del turismo. Aprovechando la condición de los reyes y de la alta sociedad de Inglaterra, se idean viajes a otros países europeos para aprender algún oficio. La gente se trasladaba para ampliar su conocimiento. Hoy en día, bajo el término de Turismo científico, los viajes se hacen de una manera muy conservacionista: para recopilar información de las especies, ver sus amenazas y mitigación de estas”. El turismo científico podría ser una herramienta clave para acercar a cualquier persona a la conciencia ambiental que tal vez está más presente en quienes ya hemos tenido tal experiencia por nuestra profesión.


Los estragos del turismo en la naturaleza son incontables. Entre tantos casos, Dueñas recalca un estudio hecho por la National Geographic titulado “Informe especial: el lado oscuro del turismo de fauna salvaje en el Amazonas”. En él Natasha Daly narra cómo el “turismo de la selfie” tiene un gran costo para la fauna que permanece en cautiverio con pésimas condiciones en la aldea de Puerto Alegría-Amazonas. “La gente cree que porque hay naturaleza y árboles entonces es Eco. Es importante que sepas que lo que tu pactaste en el costo de tus vacaciones, al menos una parte significativa vaya a la comunidad y a la conservación de los ecosistemas. Que tenga una buena repercusión tu aporte económico”.


La reactivación del turismo en Colombia va lenta pero segura. Preferir un albergue turístico local, un plan que considere a la economía de la región y además, una caminata nocturna para aprender de astronomía podría llegar a ser toda una aventura inolvidable, pero ojalá que el rastro que dejemos tras nuestra visita sea el progreso de nuestros anfitriones: La naturaleza y las sonrisas de los guías, hoteleros y transportadores de la región.


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