Pomarrosa y Mozzarella
- Miranda Bejarano Salazar
- 23 ago 2020
- 2 Min. de lectura
Visita la publicación original en Columnas La ChontaDuro aquí
Desde hace 8 días mi familia y yo nos hemos visto frente a una situación nueva. Mis padres, víctimas de mi insistencia o aburridos ante la monotonía de esta época, por fin aceptaron que tuviera gatos, en plural, porque adopté dos. Pomarrosa y Mozzarella son la razón por la que ahora nos hemos separado de las pantallas para jugar durante horas con ellas. Intentamos domesticarlas, pero la resignación de que las gatas van a terminar haciendo lo que se les da la gana empieza a ser la más esclarecedora respuesta ante nuestra frustración, siempre que descubrimos que, una vez más, nos miran desde lo más alto del closet.
Jugando con ellas me asaltó la duda de si genuinamente jugaban o si su reacción era instintiva de defensa o de cacería. Revisando el estudio realizado por Marc Bekoff de la Universidad de Colorado, resulta que el juego es un comportamiento que se presenta en el mundo animal distinguible porque los individuos se encuentran en un entorno libre de amenazas y no conlleva la defensa u obtención de alimento. Generalmente se presenta en aquellas especies en las cuales se hace presente el cuidado parental y un periodo de madurez largo. Esta descripción abarca a la mayoría de los mamíferos incluyendo a los humanos y a las mininas de mi hogar.
La razón de la existencia de tal comportamiento, se deriva de la necesidad de explorar situaciones en un entorno seguro. Los mordiscos, gruñidos y movimientos un poco bruscos hacen parte de la dinámica y están permitidos. Aparte de ser una actividad socialmente contagiosa que puede traer beneficios físicos y psicológicos para los individuos involucrados. fomentando una vida menos sedentaria y con mayor cantidad de endorfinas producto de las sensaciones agradables que trae este comportamiento.
El juego presente en primates juveniles con complejas relaciones sociales incrementa la cooperación y fortalece los vínculos entre los individuos. No en vano, en el Homo sapiens sapiens, osea nosotros los humanos, se han reconocido dentro de los derechos de la niñez el juego y la diversión, por ser parte fundamental para el desarrollo psicológico y social del ser humano.
Más específicamente, en Colombia, en los últimos días fue presentada la iniciativa Crianza Amorosa + Juego por parte de la consejería Presidencial para la Niñez y la Adolescencia y con el apoyo de la Corporación Juego y Niñez. Tal proyecto busca disminuir los índices de violencia doméstica del país fortaleciendo los lazos entre las familias y haciéndole frente al repentino cambio de costumbres derivado de las medidas de aislamiento preventivo obligatorio.
Los ronroneos de Mozzarella y Pomarrosa y las risas familiares han sido nuestra distracción preferida del noticiero diario, con sus números y nuevas medidas de prevención. Estoy segura de que las gatas han sido la excusa, pero nos ha traído el juego que como adultos olvidamos. Una noche de charadas, un par de regueros de plastilina y pintura producto de las manualidades con los más pequeños del hogar, o incluso alguna de esas aplicaciones para fiestas virtuales entre amigos podría traer grandes beneficios para la salud mental. Al fin y al cabo, somos animales que necesitan jugar para incrementar las posibilidades de supervivencia.
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