Isla resiliencia
- Miranda Bejarano Salazar
- 14 jun 2021
- 2 Min. de lectura
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La primera salida de campo de muchos de mis colegas de la universidad fue a Providencia. La clase de Invertebrados era la razón para la cual se solían programar expediciones a la isla. El viaje llegaba oportunamente posterior a los parciales y al cansancio del final del semestre. Por mi parte, la aprobación de esa asignatura dependía de la nota de la salida de campo o de una monografía, en su defecto. Nunca olvidaré la profunda gratitud que sentí ante la isla cuando con sus encantadores colores fuera y bajo del agua, me enseñó la inmensidad de nuestros océanos y la alegría que poblaba sus habitantes. El 15 de noviembre del 2020 la inclemente visita del huracán Iota dejó a la isla desprovista de viviendas, manglares y sonrisas, a cambio, la llenó de promesas gubernamentales.
Los buenos recuerdos, amistades y aprendizajes de los que la isla fue testigo, son invaluables. Más que una turista o una estudiante, quiero dedicarle esta columna a esa partecita del país que hoy parece estar abandonada pero que la resiliencia de su gente la mantiene a flote. Nademos en providencia mientras les cuento un poco de su territorio, hoy seré su guía.
Sabrá disculpar los escombros, es que luego de 200 días, solo se han podido construir dos casas, según el ministro de vivienda, Jonathan Malagón, el retraso se debe al paro nacional. El “plan 100 días” se extendió en días y se redujo en el número de casas prometidas. De 1.134 el gobierno pasó a contemplar construir 696 y de resto, se harán mejoras sobre las estructuras que quedaron. Que le puedo decir, se hace lo que se puede, las familias que continúan viviendo en carpas, solicitaron por medio de una tutela que se acelere la construcción de sus viviendas además de denunciar que aquellas ya reconstruidas no cumplen con las necesidades de los habitantes puesto que no cuentan con estructuras “anti-huracanes”. Tutela que fue negada por falta de pruebas, según el Tribunal Superior del Archipiélago de San Andrés.
Fuera de los daños causados a la población, si vamos de caminata también podrá notar que los ecosistemas terrestres se vieron fuertemente afectados. Según el Ministerio de Ambiente, el 80% de los bosques de mangle, aunque en pié, perdieron todo su follaje. Y buceando con INVEMAR, podremos ver el desolador paisaje tras el paso del huracán. Providencia cuenta con la tercera barrera coralina más grande del mundo, su extensión de 32 kilómetros es fuente económica y de alimento aparte reduce la fuerza de los huracanes en un 97% según el experto Phanor Montoya-Maya, entrevistado por El Espectador. La recuperación será lenta pero pronto el ecosistema se recobrará con la ayuda de fundaciones dedicadas a la conservación de los mismos.
Mientras que en las grandes ciudades las calles se colman de arengas y pancartas, protestando en país en donde la libertad y el orden parece ser solo una cintilla en el escudo nacional, las islas de San Andrés y Providencia viven el coletazo del huracán de desigualdad y corrupción que azota el país. Puede que geográficamente estas comunidades estén aisladas, pero desde las ciudades podemos ver sus pañuelos rojos y en su mirada, la esperanza de que mejores tiempos traerá la marea y yo lo quiero creer también.
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