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Godzilla para presidente

  • Foto del escritor: Miranda Bejarano Salazar
    Miranda Bejarano Salazar
  • 28 jun 2021
  • 3 Min. de lectura

Visita la publicación original en Columnas La ChontaDuro aquí


El lagarto gigante japonés hijo de la bomba atómica. Nacido en 1954, bautizado como Gojira, tuvo su debut en la pantalla grande bajo la dirección y creación de Ishiro Honda. En un principio, Godzilla, por la occidentalización de su nombre original, representaba el sufrimiento y el gran poder destructor del que fueron testigos Hiroshima y Nagasaki al final de la segunda guerra mundial. Tiempo después, con cintas como “El Rey de los Monstruos”, Godzilla pasa de ser un reptil lanzallamas, que aterra a la humanidad, al héroe que Japón necesitaba: un ser justiciero que mantiene el equilibrio en el mundo y de paso, reafirma la identidad nacional.


Posiblemente, en el mundo salvaje nunca contaremos con un animal con las características del gran lagarto japonés, malas noticias para los fans. Pero lo que sí ha sucedido, es la generación de un club de animales aterradores y de mala fama, que resultan no ser tan malos después de todo. Empecemos con el tiburón, aquel feroz pez cartilaginoso cuyo máximo exponente goza de varias filas de dientes puntiagudos, retratado en películas como Jaws, no es más que el animal cuya ausencia representaría un desequilibrio catastrófico en los ecosistemas acuáticos. El tiburón, sirve como ente regulador de poblaciones de peces que se les pasa la mano reproduciendose, también tiende a comerse a los animales más enfermos evitando el contagio a otros individuos. Todo esto repercute en aguas marinas más sanas y arrecifes abundantes, con él, hay orden y justicia en los océanos.


Por otro lado, tenemos a las mezquinas hienas. Cuyo burlón llamado y encorvada presencia inspira una serie de despectivos adjetivos contra su naturaleza. De hecho, son las serviles seguidoras de Scar, el hermano malvado de Mufasa, en el Rey León. La verdad es que sin las hienas rondando por las sabanas africanas y parte de las asiáticas, sería muy difícil controlar las múltiples enfermedades producto de la materia en descomposición de los animales muertos.


Ejemplos de animales aterradores que resultan ser redentores, hay miles. Pero qué podría pasar si un lagarto gigante con ansias de justicia pisara Colombia? Se comería las manzanas podridas de la fuerza pública, lucharía contra las bestias monumentales del senado, establecería el orden en este platanal y sería elegido presidente de manera unánime en las siguientes elecciones de mayo 2022.


Colombia sigue a la espera de un político monstruoso y salvador, un mesías que ponga fin a tanta injusticia social. Un lagarto producto de un remix mal mezclado de dinosaurios, lanzallamas, que parezca aterrador e imponente, pero con la necesidad de establecer la homeostasis del ecosistema nacional. Así pinta el imaginario colectivo del futuro presidente. Un poco irreal y desesperadamente heroico, que como en Japón, nos devuelva un poco de nacionalismo a este territorio bombardeado atómicamente por la violencia.


En el panorama nacional nunca contaremos con un candidato con las características del gran lagarto japonés, malas noticias para los fans. Razón suficiente por la que, tal vez sea necesario un despertar del “síndrome mesianico” tan citado por el periodista Santiago Rivas. En el que, desde la campaña libertadora, se tiene la costumbre de entregarle la entera confianza política a un solo individuo, un Godzilla, un mesías. Y con esta ausencia de héroes titánicos, más valdrá ponernos en la tarea de pensar en los “cómos, quienes y cuantos” involucrados en las propuestas y candidatos de las elecciones legislativas y presidenciales que se vienen para el 2022.


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