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El Peso de la salud

  • Foto del escritor: Miranda Bejarano Salazar
    Miranda Bejarano Salazar
  • 22 nov 2020
  • 3 Min. de lectura

Visita la publicación original en Columnas La ChontaDuro aquí


“1.60 mts y 5 kilos por debajo de lo normal”, aunque la cifra varía entre 3 y 7 kilos, es la frase recurrente en el consultorio médico una vez estoy sobre la balanza. Mi delgadez tan criticada por la abuela alegando que debo tomar más sopa, odio la sopa, o la causa de la nostalgia de mis tías al recordar sus cuerpos en sus años de juventud ha sido un aspecto del amplio abanico que se han utilizado para comparar sus cuerpos las personas más allegadas.


El término “Fitness” tan ampliamente abusado por centros deportivos, tarros gigantes de proteína e incluso como adjetivo calificativo de personas dedicadas a trabajar su físico, había sido acuñado desde el siglo pasado para denotar la aptitud cuantificable que tiene un individuo para sobrevivir dentro de las lógicas de la biología evolutiva. Hoy en día, se usa para engrandecer las capacidades de alguien por ser ágil y atlético pero que, en contraparte, señala y recrimina a aquellos cuerpos que no cumplen con esta característica, dando paso a la gordofobia se decir: repulsión a las personas gordas.


La Uruguaya Magdalena Piñeyro, filósofa, activista y cofundadora de la página web Stop Gordofobia, se une a las voces de las miles de personas que hoy en día lucen su cuerpo con total orgullo, a quienes la etiqueta de “gorda/o” ha dejado de ser una ofensa. El movimiento social del que ella hace parte busca acabar con la patologización y exclusión de los cuerpos gordos. En una entrevista concedida para El Diario de España, Piñeyro explica que la conjugación de los valores de la estética, la salud y la moral son la base para fundamentar la gordofobia: “La primera ofrece el modelo externo de cuerpo, el cual obviamente es delgado (y a veces atlético); la segunda ofrece un modelo interno de cuerpo que es sano; la tercera ofrece un modelo de conducta que ensalza el autocontrol y la disciplina”. Junto a ella, son varias las voces que se han unido y gracias a las cuales se han impulsado investigaciones para desmentir sesgos de antaño.


El American Journal of the Medical Sciences publicó en 2006 el estudio realizado por Wyatt y colaboradores en el cual realizaban un exhaustivo análisis de la obesidad. Entre las potenciales causas que lograron identificar las causas biológicas, la predisposición genética, factores culturales y los factores socioambientales. Podría explicar cada una de ellas pero las traigo a colación con el objetivo de demostrar que más allá de señalar a alguien por su indisciplina en el cuidado de su cuerpo, hay muchas más razones por las cuales se puede presentar un peso mayor al estandarizado.

Volviendo a la balanza del consultorio médico, esta semana; al escuchar una vez más el mantra integrado al protocolo, recordé aquella clase de Neurociencias II, en la que nos explicaron la importancia para el cerebro humano la ingesta de una dieta balanceada ya que de ahí sale la materia prima para nuestros neurotransmisores. Aquellas personas delgadas al borde de un trastorno alimenticio o con una pésima dieta, podrían estar también expuestas a daños irreparables en su cerebro junto con un amplio abanico de enfermedades crónicas y mortales. Una persona delgada, que no es del todo consciente de la calidad de su comida y que disfruta de un metabolismo rápido, como yo, podría ser más propensa a sufrir alguna enfermedad coronaria que aquella persona voluptuosa, que cuida su alimentación, pero con propensión a tener mayor masa muscular. En resumidas cuentas, el peso es apenas uno de los muchos índices que nos pueden hablar de la salud de una persona.


La gordoridad, que nace de la sororidad feminista, nos propone un pensamiento crítico ante los juicios producto de la ligereza. La blogger colombiana Adriana Convers, mejor conocida como Fat Pandora, entre su glamourosa y delicada selección de ropa hecha para empoderar a las personas gordas, plantea un ejercicio facilísimo para romper con el atrevimiento de muchos para opinar sobre los cuerpos ajenos. El cual, plasmó en su columna del Espectador publicada en el 2019: “Antes de dar un juicio o una opinión sobre una persona, hágase una pregunta: ¿esta persona lo puede corregir en los próximos tres minutos? Si la respuesta es sí, dígalo; de lo contrario, guarde silencio.” Confío en que el cálculo de estos tres minutos no representará tanto esfuerzo como el de correr una media maratón en ayunas.


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